LA SEMILLA

La semilla es algo misterioso aun, para la consciencia humana. Un fragmento material tan minúsculo y tan
desconocido todavía, que hasta el momento, solo se han realizado conjeturas y aun permanece inextricable su valor. Si la ciencia humana realmente descubriera el potencial de una semilla, podría estar ante un voltaje energético inmenso, capaz de impulsar hasta incluso grandes maquinarias.

Una semilla es un  código de luz. Para desentrañar sus misterios, son necesarias llaves, a las cuales el actual
estado evolutivo de la consciencia humana no permite acceder. Una semilla, en el plano concreto, y en relación al reino vegetal, es una síntesis energética de la Ley de Consubstanciación

Una semilla es una matriz ígnea donde los patrones arquetípicos están grabados y son resguardados por un
campo magnético que otorgan sustancias inteligentemente asociadas.
Como es el pulso energético intermedio entre la última oleada de vida de un individuo vegetal y la primera
oleada de vida de uno nuevo, en una semilla existe eso:  un devenir entre corrientes de materialización. Y en cada semilla está presente esta información porque una energía supra-física impregna al unísono a todas las simientes de un vegetal con este  fuego, y graba en ellas esos códigos; por ello aquellas que no estuviesen lo suficientemente desarrolladas en términos sustanciales, serán infértiles, porque sus cuerpos no podrán contener el pulso de esos patrones. Por ello algunas simientes también deben ser sumamente resguardadas de las corrientes externas, para cuidar el delicado pulso contenido en su aura.
En una semilla, pulsa una síntesis creadora. En ella están la raíz, el embrión y en muchos casos las primeras
hojas ya formadas. Pues mientras aun se encontraba en la planta matriz, el nuevo individuo vegetal ya se estaba gestando; en realidad, cientos, miles o millones de nuevos vegetales creciendo dentro del mismo vegetal. Lo que en un determinado momento se interrumpe. La semilla cambia su patrón vibratorio. Esas hojas, esa raíz, ese embrión, se deshidratan y se endurecen, como si se petrificaran y permanecen en ese estado hasta que en contacto con las corrientes magnéticas del aire, del agua, y del fuego el proceso continúe, para darse en el ámbito donde sea más favorable. Es como si la vida en ella fuese “suspendida”. Pero la Vida no cesa; su pulso es otro únicamente.

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